sábado, 14 de enero de 2012

Culpa y Realismo

Yo no tengo la culpa de que la vida se nutra de la virtud y del pecado, de lo hermoso y de lo feo. 
-Benito Pérez Galdos
Las emociones disfuncionales, es decir, aquellas sensaciones que nos hacen sufrir y que influyen en que tomemos decisiones poco útiles e incluso dañinas, son exageraciones de las emociones funcionales, útiles, que nos hacen humanos. Nuestra ira loca es una exageración de la molestia normal que nos generan ciertas situaciones; la angustia que nos lleva a sufrir ante riesgos futuros, es una amplificación dañina de la controlada preocupación por situaciones difíciles previsibles y que debemos enfrentar.
Así que el límite es el problema: es fácil identificar cuándo nos estamos pasando de la raya: porque sufrimos y hacemos cosas locas de las que luego, más tranquilos, somos capaces de reconocer como errores.
Esas emociones provienen de nuestras ideas: ideas sobre-demandantes para el mundo o para nosotros mismos que nos llevan a la frustración porque son precisamente eso: sobre-demandantes. No son realistas. No es lo que ocurre verdaderamente. No se trata de dejar pasar todo, pero sí de aceptar que el mundo es como es, y el cambio de nos parece adecuado necesitará tiempo, en ocasiones, mucho tiempo.
Así que se trata de tener claro que lo que nos gustaría, es decir, el mundo ideal que gira alrededor de nuestros deseos y nosotros mismos como seres perfectos es eso: una preferencia, un gusto, casi tanto como nos gustaría poder volar por nuestra cuenta. Y que por tanto, es eso: me gusta, pero no debe ser así. Porque nada puede obligar al mundo, a los demás o a mí mismo a ser de acuerdo al modelo ideal. Aceptar lo que es, lo que somos, y comprometernos con poner los medios cada día, sin angustias ni locuras para hacer más probable un mundo mejor para nosotros y los demás.
Hay una emoción que es muy frecuente, que llena nuestros días y que nos hace sufrir tontamente. Esa es la culpa, exageración de la responsabilidad. Pongo un ejemplo: eres responsable de esa decisión que finalmente demostró no ser para nada conveniente, incluso muy inadecuada. Ok, eres responsable, pero:

  • Eso está en el pasado, no lo puedes cambiar. Es historia. Puedes poner medios para contener el problema, pero no puedes volver atrás. 
  • Esa decisión no te convierte en una persona terrible. Te convierte en un ser humano, susceptible de errores, y capaz de mejorar. Pues condenarte a tí mismo y decirte que eres una basura no hace que cambie el pasado: sigue igual. 

En últimas, sentirte una porquería no sirve para nada más que para sufrir.
En otras ocasiones, por desgracia muy frecuentemente, mantenemos una constante búsqueda de las personas que en nuestro pasado nos hicieron algún daño, la mayor de las veces involuntario por parte de ellos. Y nos amargamos, y borramos gente de facebook, del teléfono, mantenemos activamente guerras absurdas y vamos quedándonos aislados cada vez de más personas.
por supuesto puedes poner distancia de personas que realmente no te aportan demasiado. Pero, la realidad es que no resulta nada fácil rodearse de gente perfecta, porque no existen y los que creen que son perfectos son habitualmente inaguantables.
Hay algunos puntos de realismo que nos pueden ayudar a manejar esas ideas de fondo que nos hacen sufrir en relación con la culpa:

  • Realmente el mundo no gira alrededor de tí. Esas personas posiblemente no estaban centradas en satisfacer tu vida y tenían -siguen teniendo seguramente- sus propios problemas y fantasmas. 
  • La gente perfecta no existe. Rodearte de los mejorcitos es una buena idea, pero no son muchos y no hay ninguno que sea perfecto. Así que si comienzas a quitar de tu lado a la gente con defectos, te acabarás quedando solo. 
  • Mientras tú te preocupas y sufres por la gente, ellos están en sus propios temas. Es decir, que tú sufras no hace que ellos centren su vida en tí. Una cosa un poco más dura: deja de pensar que los demás te hacen la vida difícil. Lo real es que el mundo es difícil y que sufres porque no te decides a dejar de exigir lo que no puedes conseguir. 
  • La culpa nos hace vivir en el pasado, que no podemos cambiar, cuando sería más funcional trabajar por lo que tenemos hoy en mano.

Manejar la culpa no es nada fácil, así que no sufras por lo que demore. Ponte un esfuerzo diario, examinando las ideas de sobre-demanda, suelta el libro de las retaliaciones, y dedícate a pensar en tí, en qué debes hacer hoy por tí. Mañana es otro día, y ya veremos.
leonardoamaya.com

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