sábado, 7 de enero de 2012

Recetario de la felicidad - o algo por el estilo


"La felicidad es una decisión"
-Passim
Hay palabras que usamos mucho y a pesar de eso, su definición práctica no es clara para nada. Una muy importante, es 'felicidad'. Me parece más práctico ahora clarificar qué cosa no es: al menos así tenemos claro lo que nos aleja de ser felices.
La intranquilidad no es felicidad. Si la felicidad no es estar tranquilo, sin duda se le parece bastante. Debe ser uno de los elementos representativos de ser feliz. La perturbación que nos generan las emociones disparatadas, tampoco me parece que conduzcan mucho a ser feliz.
Luego de esta poco útil disquisición, vamos a pensar que podemos hacer para mantener un poco de tranquilidad en medio de las tonterías con que llenamos nuestro día. Quizá podemos establecer un camino de ideas más sanas:

  • Los eventos que juzgo negativos en mi vida y en las personas son muchas veces una interpretación. 
  • Porque si el evento es incluso cierto, no es completamente malo. En el peor de los casos es una posibilidad en el futuro.
  • Porque el mundo ni las personas tienen que ser como a mí me gustaría. Es poco probable que la realidad se adapte a mí, y sufrir porque las cosas son como quiero no las cambian (sufrir no es una estrategia de cambio).
  • Porque incluso si las personas y las cosas tienen aspectos negativos, no convierten la realidad ni las personas en infiernos totales. 

Pero, la trampa de la culpa en ocasiones nos agria el presente porque nos condena por el pasado. Así que aquí van otras ideas en esa línea:

  • No puedo cambiar lo que ocurrió. 
  • Lo más funcional no es condenarme (no me convierte en un demonio cometer errores, me convierte en humano). 
  • Condenarme me dificulta aprender de los errores porque me concentra en lamentarme y no en cambiar.

Hay dos pasos adicionales que son como la maestría de este camino, y que van de la mano, aceptación y compromiso. En este caso, el compromiso es un regalo que le hacemos al mundo (y a nosotros mismos) y que se me parece el kindergarten de la espiritualidad:

  • Que no me auto-condene porque la gente sufra  o ha sufrido por mí: porque no puedo controlarlo, porque no soy capaz de hacer la gente feliz (no puedo garantizarlo) y, aunque puedo hacerles las cosas más fáciles, finalmente ellos deciden sufrir.

Como me parece que esa primera parte se queda corta, propongo una que suele ser un poco más complicada:

  • Que no me importe contribuir a la felicidad de la gente, aunque en ocasiones piense que hacen unas cabronaditas o no me han ayudado a hacer mi vida más fácil. Este es uno de los caminos para romper el ciclo de las venganzas y vengancitas tontas que llenan el entorno de veneno.

En ocasiones el obstáculo para actuar bien es un contenido un poco negativo de nuestra cultura, la idea de "el que me la hace, la paga". Así nos pasamos con venganzas y vengancitas que llena el día de veneno. Y el problema es que con alguna frecuencia la cultura nos dice que eres tonto si no te desquitas. 
Así que toca ver esa idea tóxica que nos frena a ser mejores personas: No somos tontos porque nos comportemos bien con los demás, incluso con aquellos que no lo han hecho como a mí me gustaría porque...

  • Son humanos. 
  • Yo mismo cometo errores. 
  • Y finalmente no gano nada con ser un cabrón. 
No estamos hablando sobre el personaje que te dispara, estamos hablando de las rencillas que amargan tu relación con tu esposo, tu esposa, tus hermanos, tus primos, el vecino, el jefe, el compañero de oficina, el que conduce al lado tuyo, el que hizo una maniobra de riesgo en el parqueadero, y así hasta el infinito y más allá.
Porsupuesto no renuncies a pedir compensaciones cuando corresponda, mantener una distancia segura de gente que tiene una mayor densidad de mierdita, etc... pero amargarte sólo logra eso: amargarte.
racionalemotivo.blogspot.com


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