lunes, 10 de noviembre de 2014

Nostalgia y otros venenos

En la vida siempre hay despedidas, muchas veces necesarias para crecer y continuar adelante. La nostalgia es con frecuencia un bomboncito envenenado que nos impulsa a intentar revivir lo que debería quedarse en la historia. 
En ocasiones nos tropezamos con recuerdos, lugares y personas relacionados con momentos significativos de nuestro pasado. La memoria nos lleva a un tiempo que disfrutamos y que terminó, bien o mal. Nos evoca emociones en ocasiones contradictorias y con frecuencia nos impulsa a buscar una nueva oportunidad, volver a comenzar lo que pensamos que quedó inconcluso. Esta es la nostalgia.
La nostalgia es una emoción peligrosa: es uno de esos "bombones de chocolate" que nos da la vida: dulces, provocadores y venenosos. Con la nostalgia, volvemos a saborear lo bueno y miramos el pasado como un tiempo para atesorar. Pero, pasa algo similar que con los bombones de la vida real. En una dosis muy moderada se disfruta, pero si tienes problemas con el azúcar o te empacas una caja, engordan, te caen mal y te hacen salir granos. Lindos, tentadores, pero si te pasas de la dosis, te cobrarán el precio. Hay muchos, muchos bombones que es mejor dejar en el mostrador. Y el bombón de la nostalgia, es uno particularmente envenenado.
Vamos a ver porqué. Primero, porque esa parte de tu historia terminó. Intentar revivirla es muy parecido al remake de una película mediocre: peor que el original. ¿Porqué? Porque ambos cambiaron, porque el tiempo pasó, y porque volver al pasado es tema de películas pero irreal.
Claro que algunas veces hacer el remake tiene sentido: cuando has dejado cosas sin cerrar... o cuando definitivamente estás obsesionado con la posibilidad de recrear la historia. Entonces, descubres que sí, que tenías razón y debías dejar los recuerdos en el pasado.
Pero veamos las cosas con detalle. Hay algunas razones claves para tomarse con mucho cuidado la amenaza del bombón envenenado de la nostalgia:
Porque han cambiado los protagonistas
El tiempo pasó, y los protagonistas han cambiado. Son personas distintas. Y así, cuando lo intentas, te dañas un buen recuerdo y lo complementas con uno peor. Tú has crecido, has aprendido de la relación y quizá, tienes alguna que otra "cicatriz" emocional que duele. El otro o los otros personajes también. Quizá han madurado, quizá no. Probablemente podría ser que tampoco tú seas un buen recuerdo para ellos, y todos prefieran un saludo de lejitos y no un reencuentro.
Porque alguno de los protagonistas no ha cambiado
Muchas veces las personas terminamos nuestras relaciones por los mismos defectos que encontramos en el primer momento. Cuando nos enamoramos, o comenzamos una relación profesional incluso, imaginamos o suponemos -quizá con poco realismo- que ese detalle difícil o ese defecto que identificamos podríamos cambiarlo o tolerarlo. Y no, el defecto continuó. Quizá otras cosas mejoraron, pero no lo que era más significativo para nosotros.
Pues puede ocurrir que la persona siga igual. Habrá mejorado en otros campos, pero en lo que nos hizo incompatibles, no ha cambiado. Así, volver a intentarlo es poco realista y muy riesgoso. De hecho, es una apuesta loca: ya sabemos que no funciona, sabemos porqué no funciona... y nos damos cuenta de que aquello por lo que no funciona continúa allí.
Porque tu tiempo debe seguir adelante
Un miedo muy frecuente y bastante tóxico es el temor a los retos del futuro. Preferimos quedarnos en lo seguro antes que mirar adelante y decidirnos a combatir los nuevos retos de cada día. Es de hecho muy frecuente que la gente "se quede" donde estaba, sin evolucionar. Así te encuentras a personas embebidas en relaciones tóxicas, en trabajos asfixiantes y en ausencia de retos que le den sentido a la vida. En general, una situación así nos sumerge en una sensación de fracaso que genera dolor. Porque ni aceptamos lo que tenemos, ni nos decidimos a que el reto es posible, y que construir es simplemente caminar, con sus riesgos. Si nos quedamos incluso en un lugar ideal, descubriremos que el mundo a nuestro alrededor va cambiando, y si no crecemos, el cambio a nuestro alrededor nos dejará sin el "nido" de seguridad que hemos construido.
Pero, si estamos en algo que no es sano, donde recibimos un maltrato sutil o incluso abierto y tóxico, entonces hay menos razones para no tomar una decisión y darnos una oportunidad de seguir adelante y arriesgarnos con algo nuevo. Así que volver a tomar del agua envenenada, aunque esté "dulcecita a ratos" es simplemente volver a sumergirnos otra vez en el mismo charco malsano donde alguna vez estuvimos.
¿Cuándo vale la pena intentarlo otra vez?
Pregunta importante... Muchas veces pensamos que debemos intentarlo otra vez simplemente porque le tenemos miedo al reto o al riesgo que implica siempre moverse. Pero, algunas veces puede ser bueno... para estar seguros con más evidencia que ese lugar o esa relación no funcionaba, o porque de verdad quedan algunas cosas por cerrar. Pero, no te olvides: en la vida no podemos evitar el dolor, procurar evitarlo siempre nos puede llevar a tomar malas decisiones y... la vida está llena de encuentros y despedidas. Eso es también: un viaje. Al menos como planteamiento es bueno estar abiertos a los nuevos que llegan, y toca hacerle espacio de los que se deben marchar.
@leonardoamayaMD

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