domingo, 20 de noviembre de 2016

Las apuestas y las salidas

Lo más difícil de vivir una fantasía es que, tarde o temprano, te das con los dientes en la realidad. 

Las relaciones de pareja son una especie de apuesta obligatoria. Como cualquier apuestas, predecir es bastante difícil. Algunas apuestas, son de alto riesgo: por ejemplo, las relaciones entre personas que viven a 4 horas de avión; aquellas con personas claramente complejas... o con historias difíciles. Puede que salga bien, que resulten ser las "almas gemelas" que finalmente, en medio de la disfunción, se encuentran. Pero también puede ocurrir que triunfe la estadística y se genere un drama de proporciones épicas.
Las relaciones y las apuestas pueden llegar a ser adictivas y tóxicas. Así como hay personas que comienzan con apostar unas monedas y luego dejan en el casino hasta la casa, también en las relaciones puedes llegar a una situación de maltrato y abuso cuando sigues allí a pesar de todas las señales de fracaso. En ambos casos, si juegas mucho tiempo, acabas perdiendo mucho más que lo conveniente. Pasa en las apuestas, pasa en el amor. Las relaciones comienzan a pedir más y más, y tendrás que ir calculando cuánto de tu "patrimonio emocional" es sano a comprometer.
Claro, me podrías decir que, visto esto, es mejor no apostar. Y sí, es posible. Pero, la verdad es que las relaciones con otras personas aportan bastante a la propia vida. Así que si no arriesgas algo, también puedes perder algo importante, interesante o al menos, divertido.
Sin embargo, lo real es que muchas relaciones no son capaces de consolidarse. Y esto es importante que lo tengas claro. En las estadísticas, hay un número significativo. Entre un 10 a un 60% de las relaciones consolidadas terminan (depende del país). Y este número se acerca más al 60% cuando la hay menos determinantes culturales y económicos que le obligan a permanecer en situaciones inadecuadas.
El problema radica en que decidir no es fácil. Todos tenemos defectos, y si nos alejamos de las personas cuando percibimos alguno, pues entonces te vas a separar un millón de veces. El tema radica en cuánto tiempo le vas a dar a la relación para decidir si es sano continuar.
Vamos a un dato clave: te va a tocar elegir en algún momento. Aceptar y manejar con paz los defectos del otro que no vas a poder cambiar fácil. O irte, y volver al "mercado del usado".
Vamos a lo primero. Si te empeñas en cambiar la realidad de forma importante, vas a sufrir mucho. Siempre tendrás que negociar con la pareja. Y negociar incluye aceptar algunos aspectos difíciles, que te vas a tener que tragar. Así de claro. O decidir que esos puntos son no negociables en tu opinión, e irte.
El camino de heroísmo inútil, luchar contra la realidad, contra la realidad pura y cruda de la persona y la relación en la que estás es sumamente doloroso. Así de tremendo. Claro, me puedes decir que no, que la gente cambia por amor, etc. Listo. Sí, es cierto. Pero la mayor parte de las veces eso ocurre es en telenovelas y películas románticas. Y menos en la vida de las parejas reales.

Sin embargo, parece que es mejor hacer un buen "casting" y no meterte en una telenovela. O si te metes, atender a las señales de alarma. Por ejemplo: si te han dicho que la persona está perturbada, se comporta como perturbada, se ha comportado con otros como perturbada, se ha comportando contigo como alguien perturbado... Si a pesar de esto, decides continuar en esa relación en la que sufres, pues quizá quien está más perturbado eres tu.

Vamos a dos dosis adicionales de realidad:
Uno no se queda en una relación porque la otra persona sea maravillosa. Lo normal, lo habitual, es que todos tengamos defectos, e incluso, que dentro del amplio mundo de lo opinable, cada uno tenga posiciones divergentes en un tema. Tocará negociarlo, porque si no, acabarán en un drama. Uno se queda en una relación porque decide asumir algunas cosas que no le gustan y negocia con realismo las otras. Y no sufre en la apuesta por el cambio. Si te quedas y decides ser feliz sólo cuando el otro cambie, pues vas a sufrir bastante, bastante, bastante.

Y la otra dura realidad, es que en ocasiones algunas relaciones deben terminar. Y uno termina relaciones en las que hay cosas buenas. Raramente en la relación  hay un demonio del averno y el otro es un ángel de paz. No. Lo frecuente es que en el personaje que no te aguantas, hay cosas buenas. Por eso cuesta trabajo abandonarlo. Uno no se va porque la persona sea terrible, sino porque el balance entre lo bueno y lo malo no es suficiente, y te toca renunciar a algunas cosas buenas, incluso muy importantes, que están en el otro.

Pues eso... Vivir en las relaciones reales es el camino para que tus telenovelas personales no te lleven por el camino del drama.

@LeonardoamayaMD

jueves, 24 de marzo de 2016

El futuro y otras fantasías perturbadoras

El futuro depende de lo que hagas hoy.
Gandhi

Nuestra cultura nos impulsa a planear, buscar metas, orientarnos a acciones. Como ocurre con muchas situaciones humanas, no podemos calificar esta tendencia como "mala" o "buena" por sí misma. Resulta pragmático considerar si esta atención por lo que vendrá nos lleva a planear y emprender acciones hoy, buscando metas que nos apasionan... o por el contrario, se trata de una simple colección de miedos, temores y fantasías dramáticas que nos llenan de un terror paralizante. Con una notable frecuencia, suele ser esto último.

Te pongo unos pequeños ejemplos: esas tardes en las que tranquilamente has enfrentado un día en casa sin hacer nada, y te asalta, como violador con escopeta, la idea: "nunca encontraré a alguien que me ame". Si ese día la inspiración de acompaña, la pesadilla consciente puede incluir otras llamativas escenas: tú en una silla, pudriéndote de una depresión atroz, acompañada por un par de gatos que te odian y merodean como asesinos sigilosos.

Otro ejemplo. Has trabajado con esfuerzo, y tarde en la noche, te viene una imagen terrible de una vida llena de un trabajo monótono, mal pagado, del que finalmente te despiden a los 50 años para acabar en cualquier ocupación agotadora y se sentido.

Claro, las dos imágenes son bastante poco halagadoras. Y son posibles. Pero, pensar en ellas hasta el nivel de perder la paz no suele conducir a nada más que sufrir. Lo más frecuente es que se sufre intensamente, de forma continua... y no haces nada. ¿Te coloco un ejemplo? Piensa en la época escolar, cuando te alterabas por un examen que realmente era muy exigente. Sufriste, lo comentaste con todo mundo, te llenabas de preocupación ante los libros... y no estudiaste mucho más. Finalmente estás aquí, no has acabado bajo un puente viviendo de vender estiércol de ganado. Lograste graduarte, quizá con algún tropezón académico, o estás en la posición de hacerlo.

Esto suele ser el camino tremendo de las profecías sin sentido. Que no te dejan concentrarte en el presente, que es lo determinante. Por supuesto que estos riesgos existen (y si pasan, tendrías que aprender a vivir con ellos por el simple hecho que es lo real) pero, siempre puedes ponerte a hacer algo ahora, al menos, algo distinto a sufrir. Algo más productivo.

Pero vamos a algunos "consejos de peluquería", que pueden ayudar a concretar.

Primero, es bueno tener metas. No tiene que ser la "súpermeta", no es indispensable que pienses en ganarte un Emmy ni incluso un AVN Award (los óscares de la industria porno). Pueden ser metas más cotidianas, más cercanas quizá. Si no has hecho aún tu primera porno, pues entonces falta aún esforzarte para el AVN.

Las metas nos ayudan primero, a darle sentido a muchas de las tareas pequeñas, dispendiosas, monótonas y continuas que nos permiten crecer. Incluso, si quieres negar las posibilidades de toda salvación humana en un encuentro de psicoanálisis, te va a tocar leerte todos los seminarios de Lacan. Recuerda que quien no sabe para dónde va, ningún barco le sirve. Ni tren, ni avión, ni nada.

Ten alguna afición que no sea tu trabajo. Es bueno que tu trabajo te apasione, pero no parece muy sano para la mayoría de las personas que sea lo único en tu vida. Claro, siempre hay un documental sobre fulano de tal que afirma: "mi vida es 100% mi trabajo". Pero luego vas a ver y el personaje cada tanto se pone azul de psicoactivos ilegales, y se ha fumado una hectárea de marihuana.

Te propongo entonces también un grupito de metas frívolas. No todo en la vida tiene que ser tan importante y significativo, entre otras cosas porque raramente es posible. La mayor parte de las tareas humanas tienen una importancia limitada, pero aún así no son despreciables.

Pues eso. Una última idea: No seas absolutista. Si descubrimos que estamos en un camino que no nos gusta, hay dos opciones más: cambiar de ruta e incluso, dar reversa y tomar otro sendero.

@leonardoamayaMD




martes, 19 de enero de 2016

Víctimas de nosotros mismos...

Hay una realidad básica de la vida. Por más que sufras y te tortures por el pasado, no va a cambiar. La única opción viable está en la decisión que tomes sobre lo que piensas sobre el pasado.

Por supuesto que muchas personas han sufrido episodios terribles. Una de las evidencias del poder de nuestras decisiones es la capacidad de algunas de estas personas para sobreponerse. Claro que les ha costado esfuerzo y quizá han necesitado ayuda, alguien que les apoye y les ayude a tocar tierra y ver con más claridad las opciones. Pero siempre, la decisión final recae en cada uno de nosotros.

He conocido personalmente a muchas personas que se han puesto nuevamente de pié luego de maltrato en su infancia, de terribles abusos, de la guerra, de adicciones. Pero, siempre ha ocurrido un "punto de quiebra" donde han decidido que la solución está en sus manos porque lo ocurrido no va a cambiar y el mundo no se va a confabular para ayudarlos.

Efectivamente es una decisión difícil y dolorosa. En muchas ocasiones toca emprender una tremenda tarea de pacificar nuestro pasado, perdonar, dejar pasar, asimilar. Y tomar el timón de la propia vida.
Albert Ellis, el conocido terapeuta norteamericano de quien he escrito muchas veces en este blog, decía:

The best years of your life are the ones in which you decide your problems are your own. You do not blame them on your mother, the ecology, or the president. You realize that you control your own destiny.
Albert Ellis 
"Los mejores años de tu vida son aquellos en los que decides que tus problemas son tuyos. No puedes culpar de ellos a tu madre, a la ecología, o al presidente. Entonces, eres consciente que tú estás en el control de tu propio destino".

El año pasado entrevisté a un veterano de Vietnam, ahora un reconocido psicólogo en Florida. Hablamos durante días sobre las terribles experiencias que vivió, la huella del estrés postraumático en su vida. Las adicciones que le permitieron sobrevivir a sus pesadillas. El regreso de los recuerdos de una infancia de maltrato por parte de su propia familia. Pero lo más importante fue lo que conversamos el último día. Como algún día escribiré todo y mostraré los videos, no me voy a piratear tanto. Basta con una afirmación dramática. Le pregunté si el camino era intentar olvidar, y me dijo con firmeza: lo traumático no lo podrás olvidar nunca. Tendrías que aprender a vivir con eso. Tendrás que decidirte a vivir con eso.

Por supuesto que muchas veces te costará mucho esfuerzo superar historias de tu pasado. Es posible que sí, hayas sido una víctima de personas y circunstancias. Pero vivir o no como una víctima depende de ti. Tu eres quien decide seguir adelante, reconocer que tu futuro, tu felicidad, está en tus manos. Y eres tu quien podrás decidir seguir adelante. Nadie lo hará por ti porque nadie puede decidir en tu nombre.

@leonardoamayaMD

sábado, 9 de enero de 2016

El 20% al que no le caemos bien...

¡Depender de la opinión de personas tan irresponsables como yo es un error muy grave!
- BSC, en un efluvio filosófico-etílico

Amerita contar un poco el contexto de esta frase. Me encontraba con un grupo de amigos comparando los matices de los últimos sorbos de un Old Parr cuando alguien se quejó con quien luego diría esa frase. "Es que tú no me consideras profesionalmente".

Yo me había perdido la parte inicial de la conversación, así que no sé de dónde salía ese "requiebro" de orgullo profesional. Pero, indudablemente, fue necesario el entorno festivo-etílico para que brotara del fondo del alma del ebrio en cuestión su dolor.

La frase de respuesta del aludido merecía el comentario. De una claridad que escasamente se encuentra fuera de los efectos del alcohol: "No deberías depender de mi opinión". Muy cierto. Evidentemente hay opiniones que deben interesarnos y que son sin duda importantes para que podamos crecer, para aprender de nuestras posibilidades y de nuestros errores. Pero con frecuencia no somos juiciosos para tamizar y determinar a quienes les vamos a dar esa posibilidad. Incluso, no en todos los momentos esas personas tienen la misma fuerza de opinión, porque les puede faltar el contexto específico, por ejemplo.

Esas personas, aquellas cuya opinión debería ser significativa para nosotros, son seguramente un grupo muy contenido. Y sin embargo, reaccionamos, nos afecta, y sufrimos, por la opinión de la señora que no conocemos de nada en la cola del centro comercial; de ese excompañero de colegio de hace años, que ahora es un gordito calvo merecedor de evaluación psiquiátrica y que carece de autoridad incluso ante el portero de su edificio... En fin, una lista muy importante. Pero, sufrimos por esas opiniones y les damos una relevancia desmedida.

En algunas ocasiones, estas personas pueden tener razón en lo que nos dicen. La cultura popular propone una sentencia muy sabia: "Quédate, del enemigo, con el consejo". Si, en ocasiones nuestros enemigos son unos críticos muy certeros. Pero, el que su opinión sea importante no significa que deba ser importante para ti. Al menos, no siempre.

Hay otro punto clave. También contamos con personas a las que simplemente no les caemos bien. Por decir un número, estará un 20% de gentes a las que espontáneamente no les vas a caer bien. No te creerán e incluso sencillamente les resultas chocante. No se trata de pensar que "los demás" son personas terribles. Nosotros también tenemos nuestros favoritos. Por supuesto, eso no nos autoriza (ni a ellos ni a nosotros) a discriminar o maltratar.

Cuando pretendemos lograr la aceptación del 100% de las personas en el 100% de las ocasiones en las que las encontramos, abrimos la puerta a inevitables experiencias frustrantes. Hasta el Dalai Lama tiene personas que lo consideran insufrible. El riesgo adicional es que, cuando estamos tan ocupados con trabajar la aceptación de ese 20%, descuidamos el 80% de personas a las que sí deberíamos dedicarle nuestra atención.

En ocasiones, nos enfrentamos a una tendencia más tóxica, que una psicóloga norteamericana de la que antes he hablado, Harriet Braiker llamaba "The Disease to Please": la "enfermedad" de agradar. En esos casos, habitualmente sostenemos la sobre-exigencia personal que podemos describir como la "es necesario que todas las personas con las que interactúo me acepten y me quieran". Lindo como ideal, destructivo como exigencia vital porque simplemente no hay realista que puedas hacer para  que se cumpla.

Quizá el mejor camino sea considerar, como decía Albert Ellis, que el mundo es injusto y que a eso debes acostumbrarte.

Así que en consecuencia... hay un par de ideas que te llevarán a llevar mejor el tema de la aceptación:

1) Aceptar que es así. Si, que incluso un porcentaje de fracaso social es inevitable.

2) Trabajar por bajar un poco el porcentaje puede ser bueno, con la conciencia clara de la tasa de éxito razonable. Es decir, aceptar la realidad como es mientras trabajas con realismo para alcanzar su mejor versión.

Evidentemente es importante aprender. Si tu tasa de fracaso es más alta de lo esperado en el entorno en el que te mueves... pues quizá puedes esforzarte un poco más. Quizá tú estás ayudando a sostener ese número. También puede ocurrir que te encuentres en un terreno que es más exigente... o quizá tu trabajo mismo obligue a tolerar un número más grande. Por ejemplo, si estás en temas de negociación, o trabajas con grupos más hostiles, o simplemente tienes un rol de liderazgo, es probable que sea más complejo lograr mejores números.

Finalmente, es muy importante evitar usar esta "tasa de éxito" como medida para calificarnos personalmente. Esto sí que es pegarnos un tiro en un pié. La batalla es mejor, buscar la mejor versión de nosotros mismos en el mundo real en que debemos vivir. Y eso.

@leonardoamayaMD

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