domingo, 21 de enero de 2018

Cambiar...

«En los mismos ríos entramos y no entramos, [pues] somos y no somos [los mismos]» Heráclito

Las relaciones cambian. Otras veces, las debes cambiar. (1)

Las relaciones humanas... la prueba de cada día

Las relaciones afectivas suelen ser muy importantes. Son la causa más frecuente de sufrimiento emocional. Claro, también es el más significativo componente de nuestra vida emocional. Aunque hay personas en esta variada humanidad que pueden vivir mucho tiempo sin ninguna relación particularmente significativa e incluso con poca actividad sexual, es más frecuente la población para quienes las relaciones emocionales exclusivas y los grupos sociales son emocionalmente muy importantes. (Para los curiosos, Alfred Kinsey, el padre de la investigación de la conducta sexual describió a mediados del siglo pasado a los primeros personajes, asignándoles el “cero” en su escala. No es nueva la categoría social que suele llamarse “asexual”). 

Por tanto, lo más frecuente es la batalla de la afectividad significativa y exclusiva. Los romances, para decirlo más claro. Y los amigos especiales. Como es importante, tiene impacto en nuestras emociones y en la conducta; y como además tenemos todo un conjunto de exigencias culturales más o menos demandantes, así como más o menos insanos, el drama emocional está presente frecuentemente en nuestra vida. Mucho más porque las personas somos bastante complicadas, y frecuentemente tenemos claro lo que queremos o buscamos en la persona equivocada las metas correctas.

La combinación de exigencias culturales locas, del tipo: “debo casarme con alguien, quien sea, con la ceremonia soñada, palomas, gente llorando, etc” y gente bastante variada conduce a una tasa importante de errores de “casting” (elegir la persona equivocada para el plan correcto…). Así se entienden las relaciones dolorosas que se sostienen contra toda lógica en el tiempo. De la forma más dramática, no es extraño que alguien continúe en un vínculo tóxico con un maltratador violento, que golpea física o emocionalmente a la persona. 

También hay otra realidad que dificulta la toma de decisiones: que las personas somos una compleja mezcla de aspectos positivos y otros que no lo son tanto. Albert Ellis utilizaba una frase chocante pero muy evidente: Incluso Hitler quería a sus perros. Reconocía que era una persona que había cometido actos terribles, pero incluso ese aterrador personaje de la historia podía tener algunos rasgos funcionales. Y tu peor pareja no es más aterrador que Hitler. 

Así que vamos a dedicarle un tiempo para conversar sobre la realidad. Comencemos con un punto clave: las relaciones cambian. Y lo hacen porque las personas cambiamos. En algunas ocasiones, este cambio nos permite ver con más realismo la persona con la que estamos. Por ejemplo, descubrimos que el balance entre lo bueno y lo menos bueno nos hace un poco de crisis. 

Las relaciones cambian. ¡Afortunadamente!

Las relaciones cambian. Esta es una realidad que puede costarnos algún esfuerzo aprender a manejar, porque solemos evitar el cambio. Con alguna frecuencia le tememos a la incertidumbre que genera esta realidad. Y es uso: real. Porque nosotros cambiamos, porque el mundo cambia, y entonces nos adaptamos o entramos en crisis. 

Habitualmente tenemos ideales de relación y cuando hemos llegado a una cierta situación de comodidad, experimentamos el temor por perder aquello que hemos alcanzado. Pero, ¡el cambio es un reto del que pueden salir situaciones mejores!

Nuestra riqueza humana se hace evidente cuando nos adaptarnos a esos cambios. Nuestras propias vidas evolucionan: profesionalmente, económicamente, en nuestra madurez personal, nuestras aspiraciones. El reto que nos plantea el cambio en nuestro entorno es alcanzar una reacción de adaptación que sea funcional. Por ejemplo nosotros podríamos reaccionar de una manera completamente tonta a un cambio en nuestra vida económica, por ejemplo suponer que podemos prescindir de las personas importantes que nos han acompañado porque nuestro entorno profesional mejoró. Pero es también cierto que cambios importantes en nuestras situaciones externas alteran las relaciones que teníamos previamente, y algunos de nuestros amigos podrían no reaccionar adecuadamente y hacerse un poco más lejanos. 

Hace pocos días me contaron la historia de una persona que recibió un subsidio —realmente bajo— del gobierno Y a partir de allí decidió dejar a su esposa. Cuando uno lo ve desde afuera, se da cuenta que es una tontería: a los 6 meses ya se había acabado el dinero y se había alejado de esos “nuevos amigos” que había conseguido con la aparente mejoría económica. Es evidente que esta persona no estaba acostumbrada a la cantidad de dinero que recibió y percibió de forma desproporcionada su nueva situación. Más allá de lo tonto que resulta cambiar de esta forma por el dinero, también en algunas ocasiones nosotros podemos hacer esas valoraciones irreales del cambio en otras circunstancias. 

Y vamos a una forma práctica de ver el tema. 


  • El cambio es una realidad de la vida. Queramos o no, nuestro entorno, las personas que nos rodean y nosotros mismos cambiaremos. El reto es adaptarnos y evitar reaccionar de forma dramática a lo que no es más que la vida misma. 
  • La tarea es preguntarnos con cabeza fría cuáles son las decisiones que debo tomar yo mismo: no lo que me digan los demás, no lo que se me ocurra pensando mágicamente en la permanencia, que no existe. 
  • Concentrarnos en el futuro que podemos prever, desde el presente, que es lo único que podemos manejar. 
  • Y por último, hay una tarea de aceptación que puede ser más o menos dolorosa: tendré que aceptar que el cambio incluye la gente que me rodea: algunos puede que se alejen y algunos es posible que se pierdan (al menos por un tiempo…). Si somos más ajustados a la realidad humana, la respuesta no está en blanco y negro. Las relaciones cambian pero no necesariamente deben que terminar. Raramente la realidad es tan dramática. Cambian. En ocasiones el cambio puede incluir un poco de distancia. Y en no pocos casos, esa lejanía es lo mejor. Pero no es una tragedia: finalmente, la vida es también eso: el cambio.

@leonardoamayaMD

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