sábado, 9 de enero de 2016

El 20% al que no le caemos bien...

¡Depender de la opinión de personas tan irresponsables como yo es un error muy grave!
- BSC, en un efluvio filosófico-etílico

Amerita contar un poco el contexto de esta frase. Me encontraba con un grupo de amigos comparando los matices de los últimos sorbos de un Old Parr cuando alguien se quejó con quien luego diría esa frase. "Es que tú no me consideras profesionalmente".

Yo me había perdido la parte inicial de la conversación, así que no sé de dónde salía ese "requiebro" de orgullo profesional. Pero, indudablemente, fue necesario el entorno festivo-etílico para que brotara del fondo del alma del ebrio en cuestión su dolor.

La frase de respuesta del aludido merecía el comentario. De una claridad que escasamente se encuentra fuera de los efectos del alcohol: "No deberías depender de mi opinión". Muy cierto. Evidentemente hay opiniones que deben interesarnos y que son sin duda importantes para que podamos crecer, para aprender de nuestras posibilidades y de nuestros errores. Pero con frecuencia no somos juiciosos para tamizar y determinar a quienes les vamos a dar esa posibilidad. Incluso, no en todos los momentos esas personas tienen la misma fuerza de opinión, porque les puede faltar el contexto específico, por ejemplo.

Esas personas, aquellas cuya opinión debería ser significativa para nosotros, son seguramente un grupo muy contenido. Y sin embargo, reaccionamos, nos afecta, y sufrimos, por la opinión de la señora que no conocemos de nada en la cola del centro comercial; de ese excompañero de colegio de hace años, que ahora es un gordito calvo merecedor de evaluación psiquiátrica y que carece de autoridad incluso ante el portero de su edificio... En fin, una lista muy importante. Pero, sufrimos por esas opiniones y les damos una relevancia desmedida.

En algunas ocasiones, estas personas pueden tener razón en lo que nos dicen. La cultura popular propone una sentencia muy sabia: "Quédate, del enemigo, con el consejo". Si, en ocasiones nuestros enemigos son unos críticos muy certeros. Pero, el que su opinión sea importante no significa que deba ser importante para ti. Al menos, no siempre.

Hay otro punto clave. También contamos con personas a las que simplemente no les caemos bien. Por decir un número, estará un 20% de gentes a las que espontáneamente no les vas a caer bien. No te creerán e incluso sencillamente les resultas chocante. No se trata de pensar que "los demás" son personas terribles. Nosotros también tenemos nuestros favoritos. Por supuesto, eso no nos autoriza (ni a ellos ni a nosotros) a discriminar o maltratar.

Cuando pretendemos lograr la aceptación del 100% de las personas en el 100% de las ocasiones en las que las encontramos, abrimos la puerta a inevitables experiencias frustrantes. Hasta el Dalai Lama tiene personas que lo consideran insufrible. El riesgo adicional es que, cuando estamos tan ocupados con trabajar la aceptación de ese 20%, descuidamos el 80% de personas a las que sí deberíamos dedicarle nuestra atención.

En ocasiones, nos enfrentamos a una tendencia más tóxica, que una psicóloga norteamericana de la que antes he hablado, Harriet Braiker llamaba "The Disease to Please": la "enfermedad" de agradar. En esos casos, habitualmente sostenemos la sobre-exigencia personal que podemos describir como la "es necesario que todas las personas con las que interactúo me acepten y me quieran". Lindo como ideal, destructivo como exigencia vital porque simplemente no hay realista que puedas hacer para  que se cumpla.

Quizá el mejor camino sea considerar, como decía Albert Ellis, que el mundo es injusto y que a eso debes acostumbrarte.

Así que en consecuencia... hay un par de ideas que te llevarán a llevar mejor el tema de la aceptación:

1) Aceptar que es así. Si, que incluso un porcentaje de fracaso social es inevitable.

2) Trabajar por bajar un poco el porcentaje puede ser bueno, con la conciencia clara de la tasa de éxito razonable. Es decir, aceptar la realidad como es mientras trabajas con realismo para alcanzar su mejor versión.

Evidentemente es importante aprender. Si tu tasa de fracaso es más alta de lo esperado en el entorno en el que te mueves... pues quizá puedes esforzarte un poco más. Quizá tú estás ayudando a sostener ese número. También puede ocurrir que te encuentres en un terreno que es más exigente... o quizá tu trabajo mismo obligue a tolerar un número más grande. Por ejemplo, si estás en temas de negociación, o trabajas con grupos más hostiles, o simplemente tienes un rol de liderazgo, es probable que sea más complejo lograr mejores números.

Finalmente, es muy importante evitar usar esta "tasa de éxito" como medida para calificarnos personalmente. Esto sí que es pegarnos un tiro en un pié. La batalla es mejor, buscar la mejor versión de nosotros mismos en el mundo real en que debemos vivir. Y eso.

@leonardoamayaMD

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