domingo, 5 de febrero de 2012

Pasiones inteligentes

No hay nada peor que un bobo con iniciativa 
Cultura Popular
Las emociones humanas son indispensables para actuar y crecer. El curioso caso de la lobotomía accidental de Phineas Gage, quien entró así al catálogo de las curiosidades médicas, lo dejó claro ya en 1848 (si te despierta la curiosidad el tema, y tienes un estómago fuerte, búscalo en internet). No tener emociones cambia notablemente a las personas, pero siempre anula la iniciativa y deja individuos que no se parecen mucho a los humanos. Así de fuerte. Las pasiones son necesarias para lograr algo realmente valioso en nuestra vida, pero, las pasiones no bastan. Eso es lo que comprendió la cultura popular: un bobo con iniciativa es peligroso. Y una pasión desbocada tiene consecuencias. A Hitler se le puede acusar de muchas cosas, pero no de carencia de iniciativa. Si no la hubiese tenido, otra sería la historia. Eso es lo terrorífico de los fanáticos: el fanático de sofá no es peligroso. Cuando se levanta, con mucha pasión y poca cabeza, ese es el momento de echar a correr.
Pues bien. Así que el ideal no es carecer de pasiones, sino aprender a manejarlas. Las pasiones locas son exageraciones de nuestras emociones sanas, funcionales y necesarias. El catálogo de emociones, cuando se habla popularmente suele ser muy amplio, e incluir muchas que realmente no son emociones.
Una situación típica es el pensamiento emocional: esa tendencia humana por atribuirle a una especial capacidad la percepción de situaciones que no van más allá de nuestra imaginación: ese "siento que me odia, siento que me ama". Piénsalo con cuidado y te darás cuenta: piensas que te odia, deseas que te ame... pero realmente, sentir en ese sentido es sentir calor, frío, hambre... Pasa en todas partes. Veamos un ejemplito:
Presiento que me voy a quedar sin trabajo
Mmm... lo temes, lo supones, has percibido algunos indicios que te llevan a verlo como posible... puede que evalúes que eres culpable.. e incluso, te lo mereces. Pero, es una evaluación. El problema de aceptar esa curiosa capacidad de percepción es que le damos un contenido mágico y de premonición al tema, y no hacemos nada por cambiarlo. Lo convertimos en un fatalismo, en una perversa disposición de los astros que han causado de forma invariable nuestra desgracia. Dudo que Saturno o Júpiter sean responsables de esas cosas. No tengo evidencia de esas confabulaciones de los astros, y en cambio, si veo todos los días gente que se encarga del cumplimiento de sus propias profecías.
La consecuencia de aceptar estas profecías es que sufrimos de manera loca por cosas que quizá no van a ocurrir nunca, y hacemos cosas tontas centradas en el fatalismo, en vez de movernos.
Buen plan para la semana: saca tu sombrero de mago y has tu lista de profecías preferidas y terribles, y ya verás que puedes hacer algo más productivo con ellas.
Leonardo Amaya M, racionalemotivo.blogspot.com



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