miércoles, 27 de agosto de 2014

La importancia de darse importancia

Claro que no me creo superior que los demás, pero sé que soy superior a ti.  
—Comentario en un pasillo universitario
Estas son las cosas que uno escucha cuando está llegando a dar su clase en la Universidad. Sabiduría pura. Y esta frase ayuda para el tema de hoy.
Nuestra cultura demanda una virtud de origen cristiano: la humildad. Como es una propuesta religiosa, es un ideal que difícilmente se pueden cumplir y muchas veces quienes menos la viven son los líderes religiosos. Mejor dicho, como muchos políticos, que son los primeros en prostituir la ley. 
Hace un tiempo, en una reunión rarísima a la que asistí, coincidí con un Obispo que me contó una breve historia: en su Catedral acudía un feligrés que "comentaba" las homilías del predicador, y de vez en cuando gritaba, para apuntar una propuesta: "Eso, que se lo apliquen los curas".  
Sin embargo, como ideal ha llegado a la cultura de un cierto modo sobredemandante y contradictorio. Muy frecuentemente sabemos que hay cosas buenas en nosotros, pero "algo" nos impide reconocerlo. Si alguna persona nos lo dice, nos sentimos obligados a decir: "no, no es para tanto" e incluso lo negamos. Pero, en la práctica nos sentimos superiores a los demás por la posición que ocupamos, por el dinero que tenemos o por nuestras cualidades que no reconocemos en público. Nada más soberbio que una persona humilde, porque no se "reconoce" superior, pero sí se asume como superior. 
Claro, hay otro extremo loco: la persona que se cree y actúa como superior, maltrata a los demás y se siente por fuera de la ley y no tiene nada en la cabeza. Pero hoy no es tema hablar de los políticos. 
Se trata más de las situaciones que nos hacen sufrir porque sí actuamos como "humildes", pero de una forma inadecuada y contraproducente para nosotros. 
Comienzo por clarificar que ser buen tipo, ver en los demás el valor y no maltratarlos es lo mínimo que se espera de una persona relativamente decente, y es totalmente compatible con saber y reconocer las propias habilidades y logros. 

El sano egoísmo

Si tú no piensas en ti, entonces nadie va a pensar en ti. Entregar algo de nuestro talento y dinero generosamente a personas que lo necesitan es una tarea indudablemente loable. Pero, entregarnos nosotros, de forma acrítica, irrestricta e incondicional es una práctica muy peligrosa. 
¿No te acuerdas cuando lo haces? te pongo un ejemplo: en esos romances locos en los que estás siempre disponible para el otro, nunca hay un no. Lindo ideal: es un ideal. Pero como práctica, muy peligroso. Recuerda que no sabemos valorar lo que está en promoción, y si estás siempre en promoción... ya ves lo que pasa, los otros empiezan a considerar que eres un producto muy barato y de difícil venta. 
Cuando lo hacemos en las relaciones de pareja, cometemos un grave error que se paga caro: cuando quieras poner tu valor donde debe estar, los demás no te creerá y entonces serás una persona difícil. Pasas muy rápido de ser la generosidad encarnada a ser el diablo encarnado. 
Otras veces, nos ponemos en promoción con amigos cercanos y menos cercanos, y entonces nos acaban tratando como idiotas, abusan de nosotros y luego nos extrañamos de su conducta. 
Vamos a decirlo claro: esa conducta TU la generas. ¿Y eso? Porque un buen número de personas asumen que ser sencillo y no darse demasiada importancia es una señal de debilidadComo idea es maravilloso pero en el mundo real si tú actúas así tu vida será muy complicada. También porque todos tenemos necesidades básicas, porque para poder lograr cosas significativas tendrás que empujar puertas, personas e incluso abrir cabezas. También se trata de no confundir la sencillez con la sencilla falta de carácter. Una cosa es reconocer que tú vales la pena y que eres bueno en algunos campos, y otra suponer que por eso tienes derecho para atropellar a los demás. Reconoces tu valor y reconoces el de los demás sin por eso deteriorar el tuyo. 
Evidentemente en la historia han habido personajes con una gran capacidad de entrega... Pero son dos o tres personajes muy especiales: La madre Teresa de Calcuta, y personas por el estilo. Y si tú no estás en la disposición de atender leprosos en la India, pues no te pongas a entregarte al tiñoso de al lado, que puede resultar un cabrón bastante desagradecido porque él sí lo tiene claro. 
No conozco muchos más. Incluso algunos que se autoproclaman como humildes son personajes bastante pagados de sí mismo conozco a alguien incluso alguno que se logró hacer declarar santo y logró que lo enterrarse en una tumba de mármol. Mira tú la humildad. Es como la de esos políticos que se horrorizan cuando se habla de corrupción y hablan de su limpieza del mismo modo como hablaría de virginidad una señorita de la calle. Con perdón de las señoritas de la calle, que por lo menos trabajan. 
No propongo que seamos unos cabrones egoístas que sólo pensamos en nuestro beneficio y nos olvidemos de la gente que nos rodea. Pero has voluntariado con gente que de verdad lo necesita. Te garantizo que muy probablemente ninguno de tus novios ha estado en condiciones de ser atendido pro una ONG. No seas tú una ONG de un sólo cliente. 

Vamos a ser realistas...

Mira que todos pensamos siempre en nosotros mismos y eso no es malo. Nuestra vida está llena de intercambios. Nos reunimos con amigos agradables que nos divierten la velada. Cuidamos la amistad de personas que nos aportan. En el peor de los casos nos reunimos con algunos que son simplemente gente bonita porque bueno, son un adorno humano que habla. 
No significa desconocer a las personas que no nos pueden dar nada, pero incluso ésas nos dan algo: cuando atendemos a alguien que no puede pagarnos, cuando ayudamos en una ONG, etc, éstas personas nos hacen sentir una sensación bacana que deriva de hacer algo generoso y por aportar un poco a que este mundo sea mejorcito. Pero intercambios, todo el tiempo. No te equivoques de ONG. 

La sana soberbia

No te olvides que las personas todas, tú, yo, el señor de la esquina, interpretamos la conducta de los demás. Así funciona el mundo y nuestra mente. Y esa interpretación puede alejarse bastante de la realidad, y esos errores pueden ser también por culpa tuya. No basta con ser bueno, también hay que parecerlo. 
El problema es que la humildad está bastante subvalorada y las personas suelen verlo como debilidad, falta de carácter, propia de personas con baja autoestima, manipulables, disponibles... sigue tú. Un cierto número de personas te verán como un idiota, y así te tratarán: si eres muy generoso con tu tiempo, no te valorarán y te dejarán esperando con frecuencia. Si eres muy generoso con tu afecto, te verán como una persona poco exigente para el amor o la amistad. Si eres dadivoso con los halagos, los tomarán como poco valiosos. Y "esa gente" no son sólo los demás: así somos también nosotros. Piénsalo y te darás cuenta. 
Una sana soberbia se refiere realmente a realismo. Se trata de reconocer y valorar las cosas buenas que eres y tienes. Se trata de valorar tu propia persona y tu compañía y conversación.  Se refiere a de verdad reconocer que posiblemente no vales más que las otras personas, pero está claro que no vales menos.

El sano me ne frega niente

"Me ne frega" es más que una frase y se convierte en una actitud en Italia. Se trata de la habilidad para dejar que las cosas pasen y adquieran su propia dimensión. Lo que opina la gente de ti es eso mismo: una opinión. Lo que importa es lo que piensas tú sobre ti. Claro que nos sirven los comentarios de los demás como apoyo, algunos son verdaderos aportes de mejora, pero una buena parte son juicios parciales, incompletos, injustos e incluso pura basura. Mientras los oyes, te puedes poner música ambiente. Esto también es tener claro que nadie te conoce tan bien como tú mismo. 

Pues eso. A pensar lo que tienes y ¡no te pongas en promoción!
@leonardoamayaMD


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