jueves, 22 de diciembre de 2011

Ayúdame menos

"Ayúdame menos"
Yo mismo, en un momento de particular inspiración.
Las fiestas especiales, incluídas la Navidad, son una ocasión única en que familias perfectamente normales (es decir, moderadamente disfuncionales) aprovechan para encontrarse, comer dietas altas en azúcares y grasas y ponerse al día en la peleas acumuladas en los años. Siempre son también una buena oportunidad para recibir algún que otro comentario bienintencionado y displacentero.
Las tareas de crecimiento personal con frecuencia necesitan el buen impulso de un consejo sincero. Pero, mi experiencia (personal y como terapeuta) es que esos consejos se reciben mejor del psiquiatra, el psicólogo, el cantinero y hasta de la loca de la esquina que de la gente más cercana.
¿A qué se debe esto? Difícil de establecer en cada caso particular. Hay muchos temas mal resueltos con la gente más cercana. Además, no los podemos mandar a la m como sí podemos con los otros personajes, incluído el terapeuta, que además está entrenado para que le importe un chorizo que lo mandes a la m.
Hay unas razones específicas para que nos resulte molesto el comentario constructivo:

  1. Te lo dicen (o lo interpretas así) proveniente de una cierta autoridad. Por ejemplo, cuando la casada, envuelta en un matrimonio sufriente y terrible le recomienda a la soltera recalcitrante que se case. En esas ocasiones, uno podría perfectamente responderle: "precisamente no me caso al ver tu terrorífica experiencia". Una respuesta así puede dar al traste con una cena navideña. 
  2. Te dicen algo... en lo que tienen la razón, al menos en un alto porcentaje. Pero, resulta que el hecho de que alguien tenga la razón y te convenga incluso el consejo, no lo autoriza a decírtelo. Imagínate un vidente que tuviese la capacidad de ver de forma clara los defectos de los demás y de dedicase a pasearse por un centro comercial iluminando a las otras personas con el singular resplandor de la verdad. Le calculo media hora antes que alguien le parta la cara. 

Algo de sentido común entonces:

  1. Tú, yo, la loca de la esquina, el propio consejero, etc., tenemos defectos. Y nos conviene querernos como somos, también con esos defectos. Aceptación y Compromiso. Compromiso con cambiar, ponernos las metas, hacer cosas, y mientras mejoramos, aceptarnos plenamente como somos. 
  2. Podría ocurrir que el hada de los consejos suelas ser tú. Perdóname ser tan claro: te harás insufrible. Amplificarás la percepción de tus propios defectos ante los ojos de los demás. Te recomiendo lo mismo: aceptación y compromiso. Acepto a los demás como son, con defectos, y así tendré la paz y serenidad suficiente para aceptar lo que no puedo cambiar, y ayudar de modo eficaz y silencioso cuando está en mi mano. Piénsalo: ¿alguna de las personas a las que has aconsejado sin que te lo pidieran tomó bien y eficazmente tu consejo? Es una experiencia poco frecuente. Muérdete un poquito más la lengua y piensa mientras tanto cómo podrías ayudar de un modo más funcional... y acuérdate de un pasaje de la Biblia, que recomiendo a algunas personas especialmente: esa que habla de la paja en el ojo del prójimo y la viga en el propio. Con frecuencia nos molestan más los defectos... que sospechamos compartimos. 
  3. Y... dedícate a gozar la Navidad. Habla con los tuyos, escúchalos, diviértete con ellos. Y déjalos en paz. Tienen derecho a tener defectos, como tú mismo tienes ese derecho. No porque seamos mediocres, sino porque somos humanos. 

racionalemotivo.blogspot.com

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